Hoy me he acordado de aquella
tarde soleada de agosto. Al contrario de otras ocasiones, esta vez no he
querido evitar evocar el momento, evocarte a ti……He cerrado los ojos a fin de
intentar rescatar de mi memoria las sensaciones de aquel momento. No ha sido
difícil porque están grabadas a fuego en mis sentidos.
¿Recuerdas aquel bonito
promontorio coronado por una pequeña Ermita desde el que se divisaba la playa?.
El mar estaba embravecido, las olas golpeaban sin piedad el acantilado. Tan
cerca habíamos puesto nuestras toallas que a veces la espuma del mar jugaba con
nosotras. No nos situamos allí por casualidad. Permanecíamos cerca del mar,
relativamente lejos de miradas indiscretas pero lo suficientemente cerca para
alimentar nuestro morbo por aquellas voces lejanas que visitaban la pequeña
ermita. Recuerdo tu deseo. Recuerdo el mío. Recuerdo nuestro afán por
alimentarlo. Mis piernas flexionadas y abiertas frente al mar. Esa falda que
tanto juego nos daba. Tus manos expertas en mi sexo. Me estremecí solo a tu
contacto. Tu sola presencia siempre me ha lanzado al deseo. Íbamos preparadas.
Introdujiste las bolas chinas en mi vagina completamente mojada al tiempo que
me procurabas placer con tus manos expertas. Me conocías tan bien. Me sentía llena
de sensaciones, llena de placer. El mar, la brisa, la gente, las olas
vigorosas, tus manos ansiosas, mis sentidos perturbados. Mi cuerpo dejó de
serlo y estarlo, me convertí en espíritu. El orgasmo vapuleo mi cuerpo justo cuando
aquella ola gigante golpeaba las rocas. Quise ahogar el gemido que evidenciaba
mi ascenso al paraíso del placer. Comprobé tu sonrisa satisfecha al saber que
todo mi ser te pertenecía. Conocí el éxtasis mistico, una transverberación y
experimenté una triple comunión: tu deseo, el mío y la fuerza de la naturaleza.
Dicen que ahondar en recuerdos hace daño, que el pasado no
existe, pero ya sabes que a veces me
dejo llevar por la nostalgia y me permito regodearme en ella. Me resisto a olvidar los grandes momentos; por
el momento es lo único que tengo.